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Los docentes en el centro de la recuperación de la educación superior

Gobiernos e instituciones de educación superior deben, en primer lugar, garantizar que la educación superior gane en resiliencia y esto es algo que solo se conseguirá apoyando aún más a los docentes.

Desde el inicio de la pandemia la mayor parte de los esfuerzos de los sistemas de educación superior de todo el mundo se han centrado en garantizar la continuidad pedagógica, preservando por encima de todo el derecho a la educación de los estudiantes. Las cuestiones vinculadas a la conectividad, el apoyo pedagógico y financiero y, progresivamente, también el apoyo socio emocional se han convertido en los principales ejes de trabajo de gobiernos e instituciones. En este contexto, la atención a las necesidades específicas de los docentes de educación superior ha quedado en un segundo plano, excepto en aquellos ámbitos en los que era imprescindible apoyarles para garantizar la continuidad pedagógica.

La perspectiva de una vuelta progresiva a las aulas, por una parte, y la esperanza en un proceso de recuperación social y económica en el escenario pospandémico, por otra, se sitúan en un horizonte cada vez más cercano. Y en este horizonte conviene destacar que los docentes de educación superior están llamados a tener un papel crítico.

A ellos les va a corresponder redoblar sus esfuerzos en materia pedagógica para garantizar un diagnóstico certero de las pérdidas de aprendizaje que, inevitablemente, se están produciendo; y, al mismo tiempo, también les corresponde generar pautas e itinerarios pedagógicos que permitan recuperar esas pérdidas. Además, se espera que este esfuerzo proporcione un nuevo ímpetu a la tan necesaria transformación digital y pedagógica de las instituciones de educación superior, en particular en los países cuyos sistemas venían creciendo rápidamente en cobertura pero estaban necesitados de un empuje en materia de calidad y equidad, como es el caso de América latina y el Caribe.

Para que los docentes de educación superior puedan afrontar estos desafíos en las mejores condiciones, parece llegado ahora el momento de apoyarles aún más directamente. Gobiernos e instituciones de educación superior deben, en primer lugar, garantizar que la educación superior gane en resiliencia y esto es algo que solo se conseguirá apoyando aún más a los docentes. Por esta razón, es importante que los debates actuales no solo insistan en la necesidad de garantizar unas apropiadas condiciones de trabajo en un contexto ahora más complejo, con llamadas incesantes a la hibridación y a la flexibilidad.

El contexto de recuperación debe también ofrecer pautas de desarrollo de las competencias académicas y pedagógicas de los docentes que, inevitablemente, deben traducirse en planes específicos a escala institucional y, siguiendo la estela de las universidades más avanzadas, centros y unidades de apoyo a la mejora de la calidad docente. Nuestro Instituto ha emprendido una incesante labor, en este sentido, para garantizar que los procesos de reforzamiento de las capacidades académicas y pedagógicas de los docentes se conviertan en piezas esenciales en los planes de aseguramiento y mejora de la calidad.

Pero también debemos recordar que, por encima de todo, los docentes de educación superior son personas que precisan de un reconocimiento y un apoyo social que muchas veces se les ha negado. No son meras correas de transmisión de contenidos académicos, sino que diseñan oportunidades de aprendizaje y de crecimiento académico, profesional y personal que contribuyen a ofrecer una experiencia holística y transformadora durante el paso por la educación superior de generaciones y generaciones de jóvenes que, gracias a ella, se transformarán en agentes de progreso científico, económico y social en sus comunidades.

Hoy, pero también todos los restantes días del año, debemos reconocer el trabajo académico y también humano que, tantas veces de forma quieta y callada, los docentes de la educación superior, como los de los restantes niveles educativos, vienen realizando durante la pandemia. Y estamos obligados traducir nuestro agradecimiento en un reconocimiento a la importancia y trascendencia de su labor en los planes de recuperación que a escala nacional e institucional se están ahora diseñando. Celebremos a los docentes en el día de hoy, pero cumplamos con nuestro compromiso con una educación superior de calidad, con equidad e inclusiva, cada día del año.

5 de octubre, Día Mundial de los Docentes

Celebrado anualmente el 5 de octubre desde 1994, el Día Mundial de los Docentes conmemora el aniversario de la suscripción de la Recomendación de la OIT y la UNESCO relativa a la Situación del Personal Docente (1966). Esta Recomendación establece criterios de referencia en cuanto a los derechos y responsabilidades del personal docente y normas para su formación inicial y perfeccionamiento, la contratación, el empleo, y las condiciones de enseñanza y aprendizaje. La Recomendación relativa a la Condición del Personal Docente de la Enseñanza Superior fue adoptada en 1997 para completar la Recomendación de 1966, abarcando así el personal docente y de investigación de la enseñanza superior.

El Día Mundial de los Docentes se convoca en colaboración con el UNICEF, la Organización Internacional del Trabajo y la Internacional de la Educación.

Más información: https://es.unesco.org/commemorations/worldteachersday


Francesc Pedró es director del Instituto Internacional de Educación Superior de la UNESCO.

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