¿Se imaginan que tuviéramos la oportunidad de reinventar el sistema alimentario mundial, y que la producción a nivel local de alimentos más sostenibles, más nutritivos y más diversos fuera la nueva norma y no la excepción?
Esto podría parecer una exageración, pero en vista de las previsiones de un planeta con 9.000 millones de habitantes en 2050 y de que uno de cada tres niños tendrá retraso del crecimiento a causa de la malnutrición en Asia meridional y África al sur de Sahara, lo cierto es que es una necesidad.
Los expertos coinciden en que
Según algunas estimaciones, de mantenerse las actuales prácticas agrícolas insostenibles —incluidos los subsidios inadecuados—, nuestros suelos solo estarán en condiciones de seguir produciendo alimentos unos 60 años más. A esto se suma la limitada disponibilidad de tierras cultivables y de agua dulce.
Ante tal panorama, la acuicultura (i) o cultivo de alimentos en el agua es un sector de la producción alimentaria que crece rápidamente. En efecto, en Asia meridional y África al sur del Sahara —las dos regiones más pobres del mundo— las tasas de crecimiento de la acuicultura (principalmente peces) no han bajado del 10 % anual en la última década.
Nuestros océanos cubren más del 70 % de la superficie de la Tierra, y prácticamente cada país que posee litoral tiene un gran potencial para producir alimentos en sus océanos (i). A medida que las naciones miran hacia el mar, se dan las condiciones para que aumenten las actividades de crianza de animales marinos y de cultivo de alimentos en corrales instalados en el mar abierto y, de esa forma, poder contar con nuevas fuentes de proteína climáticamente inteligentes que, dadas sus características, pueden expandirse en vista de la enormidad de los océanos. Los alimentos que se pueden producir comprenden desde algas marinas ricas en nutrientes hasta mariscos y pescado (incluso atún, lo que en algún momento se consideró impensable).
Nos acercamos a un punto de inflexión crítico, pero aún es posible modificar la trayectoria de la acuicultura para evitar los errores cometidos con nuestros sistemas agropecuarios y sacar provecho de las características fisiológicas particulares de los peces, los mariscos y las algas marinas.
La producción de alimentos debe ser más racional (es decir, debe utilizar los recursos, como el suelo y el agua dulce, de manera más eficiente), climáticamente inteligente (o sea, generar menos emisiones de carbono) e inocua para el medio ambiente. El crecimiento que experimentará el sector de acuicultura en las próximas décadas es algo que no podemos ignorar, y debemos actuar ahora para practicar una acuicultura acertada.
Nuestros océanos están, en gran medida, inexplotados y tradicionalmente no están sometidos al mismo grado de gestión que el suelo. Sin embargo, ahora muchos Gobiernos están reconociendo la importancia de su superficie oceánica como una nueva fuente de crecimiento sostenible. Están solicitando orientaciones y apoyo sobre la transición a una economía costera y oceánica sostenible, o economía azul.
Como primer paso, es indispensable emprender una sólida planificación del espacio marino. En lo que respecta a los peces, dicha planificación permite adoptar un planteamiento basado en pruebas y en datos para escoger mejor el emplazamiento de las áreas de crianza. Las zonas de utilización comercial sostenible pueden alejar la acuicultura de ciertos hábitats críticos, como manglares, arrecifes coralinos y praderas marinas, y dirigirla hacia zonas que ofrezcan las condiciones bioeconómicas adecuadas para el cultivo de productos del mar, reduciendo así muchos de los impactos negativos de la acuicultura. La acuicultura incluso puede integrarse con otros usos nuevos de los océanos, como la producción sostenible de energía en alta mar, por ejemplo, mediante turbinas eólicas. Al mismo tiempo, pueden protegerse de la explotación comercial activos ambientales de importancia crítica. En este sentido, el mar es realmente una nueva frontera.
The Nature Conservancy, conjuntamente con muchos asociados, está llevando a cabo varios proyectos piloto en todo el mundo para determinar cómo, cuándo y dónde la acuicultura oceánica puede contribuir realmente al medio ambiente a través de la mejora de la calidad del agua y la función de los hábitats, y la mitigación de la acidificación localizada de los océanos. Si somos capaces de establecer las condiciones adecuadas, podremos potenciar una poderosa solución de mercado para restaurar las zonas costeras y, al mismo tiempo, producir alimentos nutritivos, generar empleo en la economía azul y, en términos más generales, aumentar la riqueza de los océanos.
Con la acuicultura podemos acortar las cadenas de suministro y producir alimentos a nivel local.
En Estados Unidos, los alimentos deben recorrer, en promedio, algo más de 2400 kilómetros para llegar a los consumidores. Muchos de los principales países (por ejemplo, miembros de la Unión Europea, Estados Unidos y Japón) importan la mayor parte de los productos del mar que consumen, lo que convierte a estos alimentos en uno de los productos básicos que más se comercian en todo el planeta. Si lográramos producir más productos del mar a nivel local, se acortaría la cadena de suministro, se reduciría su huella de carbono, se estimularían las economías locales y se generarían empleos a nivel local. Esto también es válido para los países en desarrollo.
Ante el crecimiento exponencial de las ciudades en todo el mundo, el aumento de la producción local de alimentos se hace imprescindible, pero la mayor parte de los suelos disponibles para producir alimentos cerca de las urbes ya se han utilizado completamente. La mayoría de las grandes ciudades están situadas en zonas costeras, y a corta distancia existe un gran potencial para aprovechar los océanos de manera segura y sostenible a través de la acuicultura.
Aún hay que superar muchos obstáculos para que esto ocurra. Se necesitan políticas adecuadas para desarrollar una acuicultura que propicie el crecimiento y, al mismo tiempo, proteja el medio ambiente. La colaboración entre el empresariado, las comunidades costeras y los Gobiernos puede garantizar que en el futuro la acuicultura alcance su potencial y exista en armonía con nuestros océanos y nuestros litorales.