Las universidades están experimentando un conjunto de cambios importantes, inducidos por las tendencias tecnológicas y sociales hacia la digitalización. La tecnología digital es ahora un facilitador estratégico del aprendizaje en la educación superior; es un fenómeno global. Pasamos de entender la tecnología como un robusto cúmulo de infraestructura de TI para concebirla como un complejo e interconectado ecosistema que habilita el aprendizaje digital. La atención no recae más en la tecnología misma, ahora se centra en los alumnos y usuarios, así como las experiencias de aprendizaje que permite.
La cotidianeidad de las organizaciones es incertidumbre y cambio. Como todas las revoluciones, la digital, o como la llamara Klaus Schwab, la Cuarta Revolución Industrial, trae consigo un reajuste masivo en todos los sectores, desde la cadena de producción y energía, hasta la banca. Al mismo tiempo, y a pesar de lo que la realidad dicta, aún persiste un desconocimiento significativo sobre el alcance de esta transformación digital.
La digitalización está produciendo cambios también en el entorno competitivo de las universidades. El rol de la educación superior como medio de progreso personal y social es una constante en el mundo. Tan solo en América Latina y el Caribe, la tasa bruta de matrícula pasó del 21% en el año 2000 al 43% en 2013 (Banco Mundial, 2017). La demanda de educación superior rebasa la oferta y las instituciones buscan en la tecnología nuevos modelos para asegurar la calidad de la educación y al mismo tiempo atraer estudiantes mejor perfilados, a un menor costo y con mayores probabilidades de graduarse.
Los estudiantes universitarios han cambiado, son una generación que ha nacido con Internet y arrullados con dispositivos móviles que esperan usar también durante sus clases en la universidad. En su vida la definen múltiples servicios digitales (banca electrónica o compras en línea, las más comunes) y dan por supuesto que la institución que va a proporcionarles su educación cumple los mismos estándares de servicio. Para acercarse a ellos, las instituciones de educación superior además de planes de estudio atractivos y actualizados precisan de una presencia y reputación digital destacada.
Esto lleva a muchas universidades a generar más puntos de contacto digital con sus estudiantes, campus virtuales, cursos online, e-learning y Massive Online Open Courses o MOOCs, todos representan un rompimiento del paradigma actual ya que han traído a primer plano la aplicación práctica de una tendencia en gestión educativa llamada “Learning Analytics” que permite analizar datos de las actividades que realizan los estudiantes, de su interacción con los profesores, la forma de navegación o el tiempo que dedican a los materiales de aprendizaje. El reto siguiente es llegar a conclusiones que ayuden a mejorar los cursos, los materiales docentes y la experiencia formativa en general, con el fin de detectar obstáculos formativos y disminuir el riesgo de abandono.
El análisis de toda esta información generada dentro de un campus universitario brinda patrones que ayudan a las universidades a conocer mejor los intereses y necesidades de sus estudiantes reales y potenciales, y orientar en consecuencia su oferta formativa, con estrategias y plataformas de comunicación bien definidas.
Los cambios que trae la digitalización se manifiestan también en otros ámbitos de las universidades. En la operación interna, por ejemplo, los procesos se agilizan debido a la digitalización, los empleados de la institución esperan sistemas de gestión que optimicen su trabajo. Los estudiantes no conciben un nivel de digitalización menor al que están acostumbrados a usar en los servicios que consumen diariamente y esperan poder realizar sus trámites universitarios sin mayor burocracia, sin usar papel.
Existe a la vez interés y reticencia entre los directivos por entender y aprovechar las oportunidades del nuevo entorno digital para mejorar su rendimiento y alcance. Prueba de ello es la importante brecha que existe entre las universidades y la transformación digital. En España, el presupuesto que éstas destinan a la digitalización es apenas de 3.48%. A pesar de que el 91% de las instituciones cuenta con los recursos necesarios para invertir en ella, solo el 27% lo hace.
Un estudio sobre el estado de la transformación digital (The 2017 State of Digital Transformation), revela los 3 principales retos que este tipo de iniciativas presentan al interior de las organizaciones:
- Poco conocimiento digital dentro de la organización. Según un estudio realizado por el Foro Económico Mundial, el 88% de las organizaciones aún no comprenden las implicaciones de la revolución 4.0. En Latinoamérica, una de las tres universidades más importantes en Costa Rica, logró reducir una brecha de 10 años de atraso tecnológico con la “simple” actualización de un sistema de gestión académica y financiera, con lo que pudieron enriquecer la experiencia educativa para los estudiantes y mejorar las operaciones de los campus.
- La transformación digital es vista como costosa. La adecuada utilización de recursos para garantizar el desarrollo de la institución y mejorar la actividad universitaria, es conocida como sostenibilidad universitaria, tanto a nivel de gestión institucional como en la investigación y docencia, elementos identificados en la Agenda 2030 publicada en 2015 por la ONU. La sostenibilidad económica universitaria debería estar enfocada en hacer más eficientes los recursos, eliminar cargas de trabajo repetitivas, asignar estratégicamente al personal y automatizar y personalizar los servicios para los estudiantes, la merma en cualquiera de estos aspectos es mucho más costosa en el largo plazo, que una fuerte inversión en tecnología en el corto.
- La cultura dentro de la organización. Tan solo en México, el 64% de las instituciones de educación superior no ha diseñado procedimientos para implementar procesos digitales en su institución (ANUIES, 2016). La transformación digital es un proceso necesario de profundo cambio, cultural primero y tecnológico después, que toda institución debe poner en marcha para estar a la altura de la expectativa actual.
La figura de universidad en Latinoamérica se remonta 480 años en la historia, y la variación de su modelo ha sido mínima, es tiempo de explotar el pensamiento crítico que prolifera en sus aulas y aprovechar su reputación y capacidad de vinculación con las empresas, gobierno y sociedad para compensar el actual desfase entre tecnología, academia y fuerza laboral.