Como seres humanos, partimos de la experimentación para adquirir conocimientos sobre nuestro entorno, interactuando y aprendiendo a través de la prueba y el error. Basado en esta idea, David Kolb creó su teoría del aprendizaje experiencial, que consta de cuatro elementos: experiencia concreta, observación reflexiva, conceptualización abstracta y aplicación. A través de este proceso, el saber se vuelve parte de la persona y es asimilado; el aprendizaje es el resultado de la forma como las personas perciben y luego procesan lo que han percibido.
En la actualidad, la tecnología se presenta como el medio que permite la unión de la educación con espacios de interacción seguros para el desarrollo de un aprendizaje experimental, que permite obtener mejores resultados, facilitando la instrucción y dando paso al desarrollo de los laboratorios como herramienta para adquirir conocimientos de manera práctica, efectiva e inclusiva, siendo este el lugar donde converge la combinación de la educación formal y la práctica.
Un laboratorio es un espacio que permite las circunstancias adecuadas para la solución de retos por medio de un proceso de formación colaborativo e interactivo que no se limita a ciertas esferas de competencia, sino que es fundamental para todas las áreas de especialización. Los laboratorios sirven como estímulo y ayudan a los estudiantes a desarrollar habilidades profesionales esenciales en un ambiente de condiciones simuladas en el que pueden instruirse a través de ensayos y demostraciones, fortaleciendo la obtención de ideas y conceptos.
Empresas de tecnología educativa están desarrollando y fortaleciendo la creación de laboratorios físicos y virtuales para mejorar la educación. Un ejemplo de esto es Algetec by Plataforma A, una compañía brasileña con más de 800 prácticas en laboratorios, que busca incluir prácticas en laboratorios en todas las áreas de estudio de manera integral. De esta manera, la teoría se convierte en práctica y se obtiene una visión más completa y comprensiva del conocimiento.