La evolución de la educación universitaria ha sido total en las últimas décadas, hemos pasado de los grandes manuales de estudio que te acompañaban durante todo el curso, a asignaturas con mayor contenido práctico (no siempre suficiente), en las que prima la capacidad crítica, de adaptación y de resolución de problemas del alumno. Atrás ha quedado la memorización de datos y más datos para escupirlos sobre el papel del examen y olvidarlos en cuanto sales por la puerta. O al menos así debería ser.

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Esta evolución en la forma de enseñar y por tanto de aprender también ha sido impulsada por las nuevas tecnologías; o quizá las nuevas formas de aprendizaje son las que han impulsado el desarrollo de estas nuevas tecnologías. Dejando a un lado el ¿qué fue antes, el huevo o la gallina?, es indudable que la tecnología tiene un papel muy importante en la educación universitaria. Es habitual contar con plataformas online que complementan lo explicado en el aula, que permiten evaluar al alumno, o proponer actividades a realizar. Por tanto, las bibliotecas universitarias deben adaptarse a estos cambios y dar un servicio acorde a las líneas que sigue la educación universitaria.

Las bibliotecas están cambiando, de hecho nunca dejan de hacerlo. En el caso de las bibliotecas universitarias esta transformación se está produciendo de múltiples formas. Las bibliotecas universitarias están optando por buscadores que hacen la vida del investigador mucho más sencilla, que recuperan más información en menos tiempo, información más pertinente y de acceso inmediato a través de la red. Pero en el propio edificio de la biblioteca universitaria también se están produciendo cambios, han llegado los MakerSpaces.

Los MakerSpaces no son otra cosa que Espacios de creación, pero parece que lo que tiene que ver con la tecnología suena mejor en inglés, crea una intriga a su alrededor que nos llama la atención. Pero dejando a un lado los temas lingüísticos que no es lo que nos incumbe, los MakerSpaces son espacios que la biblioteca dota con una serie de materiales y herramientas (normalmente tecnológicos) para favorecer la creación y el intercambio de conocimiento entre investigadores, profesores y alumnos. La idea es proporcionar un espacio flexible y dinámico del que los lectores de la biblioteca puedan hacer uso para desarrollar sus proyectos.

En ocasiones los proyectos universitarios pueden conllevar una serie de costes elevados por lo que pueden llegar a no realizarse. Las bibliotecas universitarias, con estos espacios de creación, pueden subsanar en parte estos gastos promoviendo así la investigación y el avance tecnológico.

Quizá la única pega que podemos ponerle a este tipo de iniciativas sea el excesivo enfoque tecnológico del que se está dotando a los MakerSpaces en las bibliotecas. No olvidemos que las universidades trabajan con todas las ramas del conocimiento por lo que este tipo de iniciativas, si no se cambia su enfoque hacia otros ámbitos, sólo están dirigidas a estudiantes, profesores e investigadores del ámbito científico-tecnológico, obviando otras ramas en las que podría dar muy buenos resultados, como las artes plásticas, las ciencias de la salud, e incluso las humanidades.

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