La educación suele verse como un catalizador del cambio social y de transformación de situaciones de inequidad y violencia. Desde su rol social, la educación es un espacio para revisar, modificar y recrear la sociedad para las nuevas generaciones. Desde su rol institucional, la escuela es un espacio de protección que identifica riesgos y atiende situaciones de violencia que vulneran a niñas, niños y adolescentes. Por ello, su potencial transformador y protector respecto de la violencia de género es reconocido como clave desde hace más de tres décadas.
Sin embargo, cuando revisamos ambas demandas en el Perú, vemos con preocupación que aún tenemos mucho por actuar, para que las escuelas sean más habilitadoras de protección y trayectorias equitativas, en particular en aquellos lugares donde la familia, la comunidad o los entornos son más bien espacios de reproducción de violencias contra las niñas y adolescentes.
Por ejemplo, en las ruralidades peruanas, la violencia ejercida hacia las niñas y adolescentes del Perú se encuentra directamente relacionada con la falta de acceso de oportunidades y a la dependencia económica: 46% de las mujeres peruanas en áreas rurales entre los 14 y 29 años no tienen ingresos propios y dependen económicamente de un hombre (INEI, 2017). Asimismo, dada la falta de acceso a educación sexual integral, 22,7% de las adolescentes mujeres de áreas rurales (15 a 19 años) ya son madres, de acuerdo a lo reportado por la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar 2018 (INEI, 2018). Asimismo, las trayectorias educativas interrumpidas están vinculadas a micromachismos, violencia real y simbólica y son, en sí, una forma de violencia. Tan solo el 6,2% de mujeres rurales logra acceder y terminar la educación superior (ENDES, 2018). Cambiar esta realidad implica poder realmente asegurar una educación con enfoque de género, que atiende con igualdad a todas y todos los estudiantes.
Además de fortalecer el rol social de la educación, en nuestro país debemos asegurar que las escuelas sean espacios de protección y libres de violencia. De acuerdo al portal SISEVE del Ministerio de Educación, al menos el 46% de los casos de violencia sexual reportando agresión contra niñas y adolescentes mujeres es ejercida por el personal de las escuelas (MINEDU, 2018). Esta situación es inaceptable y debilita la capacidad institucional de la escuela de ejercer un rol de protección, vulnerando el derecho a la educación y al bienestar físico y mental de las niñas y las adolescentes.
Desde 2018, la UNESCO en Perú está implementando Horizontes, programa de educación secundaria rural, que tiene como objetivo transformar las secundarias rurales para garantizar que ofrezcan una oferta educativa relevante que proporcione a las y los adolescentes doble certificación y habilidades socioemocionales para desarrollar sus proyectos de vida en el contexto de una escuela y comunidad protectora.
El Programa Horizontes fortalece una educación con equidad de género, da soporte a la educación sexual integral de las adolescentes rurales y sensibiliza y restituye el rol protector de la escuela para garantizar la atención de las brechas de género y prevenir la violencia en las escuelas, promoviendo el establecimiento de espacios seguros, así como el bienestar y la protección.
Nuestra apuesta se desarrolla con una estrategia de tres niveles en las escuelas: prevenir- atender- reparar. Prevenir desde la sensibilización de actores educativos, familias y autoridades locales para generar acuerdos sobre la protección y no violencia, a la vez que se fortalecen las habilidades socioemocionales de las y los adolescentes y se les proveen herramientas técnico productivas que permiten mayor capacidad para desarrollar sus proyectos de vida; atender, a través de protocolos claros, alianzas interinstitucionales y soporte legal y psicológico ante casos de violencia; y, reparar, vinculando con capacidad de atención pertinente y generando resiliencia en la comunidad para acompañar el proceso de reinserción educativa de las adolescentes violentadas o en situación de embarazo precoz.
En Ayacucho, el 93% de los docentes han desarrollado sesiones preventivas mediante la revisión de conceptos, casos, actividades y orientaciones sobre cómo actuar frente a los factores de riesgo. En las once escuelas del Programa se ha sensibilizado a 1,211 estudiantes en temas de protección contra todo tipo de violencia, en coordinación con el Centro de Emergencia de la Mujer (CEM) de Cangallo y Fajardo. También se han desarrollado herramientas de protección ante situaciones vulnerables y se han identificado redes de apoyo, personas o entidades que son claves para la protección.
En Amazonas se han realizado talleres con directivos y docentes promoviendo la importancia de involucrar a todos los actores de la comunidad educativa en la protección. También se informa de la iniciativa «Sácale Tarjeta Roja a la Violencia» y del «teatro ambulante». Además, en Amazonas se ha venido coordinando con la Escuela de Convivencia Escolar de la UGEL Condorcanqui para fortalecer el tema de protocolos de atención a la violencia escolar y hay coordinación con el CEM para contribuir a los talleres de violencia escolar.
En Piura se promueve y capacita una red de 83 tutores de las escuelas Horizontes para la protección del adolescente. La capacitación incluye 4 módulos sobre factores de riesgo, marco regulatorio para la protección, riesgo en redes sociales, acciones y estrategias para actuar en situaciones de violencia. Además, existe un especialista para atender casos graves a través de visitas domiciliarias y coordinación con instituciones vinculadas al tema (centros de salud, centros comunitarios, DEMUNA, policía, centro de emergencia mujer) para solicitar información o hacer referencias.
En Cusco se ha brindado orientación y capacitación a tutores, ya que se observaron prejuicios, conceptos estereotipados, sesgos de género entre otros. Ocho escuelas han incorporado los protocolos de atención en situaciones de violencia y riesgo en los planes de tutoría, luego de una revisión y capacitación del personal involucrado.
Con estas acciones queremos mostrar que es posible tener una escuela secundaria rural que transforma y protege con equidad de género con compromiso, sensibilización y acción. Nuestro reto es que cada escuela en el Perú logre también sumarse a este cambio.