Circular en bicicleta, en tren o hasta en patines de hielo. Ir al gimnasio que tienes en el parque al lado de la oficina durante tu hora de almuerzo. Pasar el fin de semana viendo una exposición en un museo al que puedes ir andando desde tu casa.

Quizás todo esto suene un poco cliché, pero la verdad es que para muchos escandinavos esto es parte de su día a día.

Todo gracias a una concepción única del urbanismo.

«En los países nórdicos, se ha puesto mucho énfasis en la población urbana», explica David Pinder, profesor de estudios urbanísticos de la universidad de Roskilde, en Dinamarca.

Las personas que habitan las ciudades son el centro

Los arquitectos han priorizado la habitabilidad, la sostenibilidad, la movilidad y el empoderamiento ciudadano.

Unos principios que se manifiestan en los parques verdes, los espacios públicos bien mantenidos, en las robustas redes de transporte y en la accesibilidad para niños y personas mayores.

«Se ha puesto mucho esfuerzo en construir sociedades más igualitarias«, dice Pinder.

Este objetivo ha ido acompañado por una «fuerte disciplina de participación» que alienta a aquellos que toman decisiones a pensar en distintos grupos a la hora de planear áreas urbanas y a incluirlos directamente en las conversaciones.

Y parece que da resultados.

Tanto Copenhague como Estocolmo, Oslo y Helsinki aparecen entre las 25 ciudades con mayor calidad de vida en 2019, según estudios hecho por la consultora Mercer y la revista Monocle.

Otros estudios subrayan que la percepción del éxito del modelo escandinavo yace en priorizar la calidad de vida y apostar por un futuro más ecológico.

Enseñar «las claves del éxito»

Tres universidades de la región, motivadas por el interés creciente en la experiencia nórdica, se unieron para ofrecer la primera maestría internacional especializada en diseño urbano escandinavo.

Es una colaboración entre el equipo de Pinder de la Universidad de Roskilde, investigadores de la Universidad de Malmö, en Suecia, y la universidad Ártica de Noruega, en Tromsø.

«He viajado alrededor de Escandinavia y me impresionaron los espacios verdes, la arquitectura que combina la estética con la utilidad, y la facilidad de movimiento en espacios urbanos», dice Leo Couturier, un planificador urbano de París y estudiante del curso.

«Hay muchos lugares que pueden aprender del urbanismo nórdico», dice Camilla Boye Mikkelsen, otra participante del curso.

«Estuve hace poco en Nashville, Estados Unidos, y era imposible moverse sin auto y aún más entre ciudades», cuenta.

Los trabajadores de los países escandinavos no suelen necesitar conducir ya que hay trenes que conectan las ciudades principales, trenes de larga distancia y autobuses equipados con WIFI.

Obviamente, estos países son más pequeños que Estados Unidos y tienen centros urbanos más chicos, así que hacer una comparación directa es difícil.

Priorizar la naturaleza

Anniken Førde, conferenciante de la Universidad Ártica de Noruega, cree que los estudiantes internacionales entienden mejor los métodos escandinavos si viven en distintas partes de la región durante sus estudios.

En Tromsø, por ejemplo, el tema de la sostenibilidad es clave debido a su posición septentrional.

«Geopolíticamente, Tromsø está en boga por el nuevo interés que ha suscitado el Ártico, especialmente debido al cambio climático y al hecho que se está derritiendo el hielo», dice Førde.

La ciudad ejemplifica los beneficios de priorizar el acceso a la naturaleza, otro pilar del diseño urbano en la región.

«Tromsø está en una pequeña isla, y aunque estés en el centro de la ciudad, estás al lado de un fiordo donde las ballenas y los arenques se acercan y puedes ver las montañas», añade.

¿Una ciudad para todos?

Otros expertos son más escépticos a la hora de presentar el modelo nórdico como único y universal, merecedor de su propio programa de postgrado.

«Hay una gran paradoja entre cómo Suecia, Noruega y Dinamarca se venden a sí mismos y cómo son en realidad», dice James Taylor Foster, curador en ArkDes, el Centro Sueco de Arquitectura y Diseño en Estocolmo.

Foster cree que el concepto de «Jantelagen», que significa «no destacar entre la multitud», puede frenar conversaciones sinceras sobre

«El urbanismo de la región debería ser inclusivo y no estoy seguro si lo es tanto como se describe», sentencia.

Un tema que cree que merece especial atención es la disminución de la vivienda económica.

Muchos centros urbanos importantes, como Copenhague, Estocolmo e incluso Tromsø, están sufriendo un rápido crecimiento de población, los efectos de la gentrificación y el aumento del turismo.

Esto ha llevado a una mayor segregación, ya que los trabajadores de bajos ingresos se ven obligados a abandonar los centros de las ciudades.

En Estocolmo, por ejemplo, familias inmigrantes de bajos ingresos viven en los suburbios.

Si bien estas áreas tienen bloques de apartamentos bien mantenidos, parques, áreas comerciales peatonales y paradas de metro que las conectan con el centro de la ciudad, Taylor Foster cree que los residentes pueden sentirse aislados y que tienen un acceso limitado a los servicios de la ciudad.

«Los hospitales especializados, las oficinas de impuestos o los museos, entre otros, están en gran parte en el centro de la ciudad. Pero algunas familias de bajos ingresos simplemente no pueden pagar el pase mensual de transporte público de Estocolmo», dice Taylor Foster.

Argumenta que la movilidad -física, cultural y social- debe ser una prioridad en el futuro.

«Necesitamos poder pensar de una manera holística para incentivar la participación y la experimentación. Hablando en términos prácticos, el transporte público dentro de una ciudad podría ser completamente gratuito», dice.

Aprender de otros lugares

Jordan Valentin Lane, un arquitecto que trabaja en Södertälje, al sur de Estocolmo, cree que el urbanismo es «bastante homogéneo» y puede «promover una perspectiva limitada».

Además, dice, el reglamento estricto y la cultura de consensuar todas las decisiones pueden impedir la innovación.

«Podemos aprender de otras ciudades donde prueban y experimentan de forma rápida. Contratar a profesionales internacionales también nos puede enseñar, ya que tienen formas de pensar que quizás nunca hemos considerado en los países nórdicos».

Pone como ejemplo las terrazas de las cafeterías y de los restaurantes, un concepto muy popular en otras ciudades europeas.

Esta idea fue mal recibida por las autoridades locales cuando los urbanistas sugirieron introducirla en Estocolmo en los años 70.

Pero a pesar del clima frío de Suecia, la propuesta resultó ser muy popular y ahora bares y restaurantes pueden poner terrazas entre los meses de abril y octubre.

Problemas y desafíos

David Pinder es consciente de que enseñar el modelo escandinavo en la universidad «tiene el riesgo de presentarlo como la panacea».

Por eso, el curso también integra «cuestiones críticas» sobre proyectos pasados y presentes y espera poder jugar un rol a la hora de solucionar problemas futuros, dice.

«Mientras las ciudades crecen y se vuelven prósperas, tenemos que mirar los problemas que el desarrollo conlleva, como la creciente desigualdad o la falta de vivienda asequible.»

Hay muestras de que los estudiantes internacionales ya están aportando una perspectiva crítica.

Leo Couturier dice que le gusta vivir cerca de parques, tener calles anchas y la tendencia danesa de construir edificios bajos.

Sin embargo, cree que Copenhague podría ser más atractiva si se densificara un poco, en vez de crear zonas nuevas como Lynetteholmen, una isla que tiene 35.000 viviendas nuevas.

Este arquitecto ve que la vida social en la capital danesa puede ser a veces «algo decepcionante» y que «podría desarrollar y revitalizar sus núcleos con restaurantes, cafés, comercios y vivienda asequible, en vez de arriesgarse a crear nuevos vecindarios sin vida».

Esta idea ha empezado a calar en círculos sociales y políticos, después que estudios señalaran a los países escandinavos como de los más difíciles para hacer amigos entre las comunidades de expatriados y de inmigrantes.

A la vez, han puesto en relieve los problemas de soledad que vive la población local.

Escandinavia como fuente de inspiración

Una de las conclusiones del curso, dice Camilla Boye Mikkelsen, es que los países nórdicos hay que verlos como una fuente de inspiración y no como un modelo de «corta y pega».

Por eso cree que convertir Londres, por ejemplo, en una ciudad donde se circule mayoritariamente en bicicleta sería un error.

La capital británica es demasiado densa y estresante.

«Si te inspiraras en la perspectiva nórdica, lo más importante no sería copiar el modelo y usarlo en tu ciudad, sino pensar: ¿cómo puedo adaptar el modelo nórdico a mi ciudad y a sus funcionamientos y ritmos particulares?», dice Mikkelsen.


Este artículo fue publicado originalmente en World Economic Forum. Lea el original.

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