El objetivo es movilizar a la comunidad científica, pero también a los políticos, a las empresas y a la sociedad civil en torno a un programa común de investigación y de innovación tecnológica.

Una de las prioridades durante esos diez años será «reforzar y diversificar las fuentes de financiación”.

En la actualidad los países dedican a las ciencias oceánicas entre el 0,04 % y el 4 % del dinero invertido en investigación y desarrollo (I+D).

Sin embargo, hay casi 3.000 millones de personas que dependen de la biodiversidad marina y costera para su subsistencia y los océanos absorben casi un tercio del dióxido de carbono generado por los seres humanos y atenúan así el impacto del calentamiento global.

La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) destaca que pese a la importancia que tiene, la ciencia no ha conseguido evaluar los efectos acumulativos de las actividades humanas en los océanos y sus consecuencias en términos de contaminación, de calentamiento o de acidificación.

Su directora general, Audrey Azoulay, pidió a todas las partes que se impliquen para «coordinar los esfuerzos de investigación».

«Los océanos cubren más del 70 % del globo, pero apenas hemos explorado menos del 5 %. Es nuestra nueva frontera. Tenemos muchas lagunas de conocimiento sobre los océanos, a pesar de su papel crucial para mantener nuestro planeta seguro y respirable», señaló Azoulay.

Recordó que para sondear el océano se necesitan barcos específicos, explotar imágenes de satélite, recurrir a robots submarinos o a vehículos sumergibles, que implican «una inversión importante».

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