Si nos llegan a decir hace tan solo seis meses que nos iba a llegar una pandemia que iba a obligar, sin ningún tipo de excusa ni anestesia, a que los profesores se volvieran digitales, no nos lo hubiéramos creído.
Cuando decíamos que “el docente universitario está obligado a mutarse hacia un perfil tecno-digital en el que integre sus competencias con las digitales” no pensábamos, ni de lejos, que fuera a ocurrir de un día para otro, en un contexto de crisis sanitaria provocado por la pandemia de COVID-19.
Y ha ocurrido a nivel mundial. El pasado marzo las circunstancias obligaron a cerrar las aulas y abrir lo digital; a transformarnos en un “sálvese quién pueda” para el que la sociedad no estaba preparada, en su gran mayoría, y mucho menos los docentes, los alumnos ni las familias.
Decíamos que “las aptitudes digitales serán imprescindibles para la docencia futura porque nuestros jóvenes ya son digitales” y nos encontramos en esta situación en la que tampoco los menores estaban tan adaptados para cambiar de un día para otro como pensábamos; porque no es lo mismo usar las redes sociales para el ocio que trabajar en digital. Veamos qué circunstancias han fallado y qué soluciones y beneficios nos está aportando esta situación.
Situación de la tecnología en el hogar
El nivel de estrés y preocupación por la situación sociosanitaria y económica que viven los hogares no es el mejor escenario para implementar de golpe la docencia reglada en línea. No es lo mismo teletrabajar que teletrabajar todos en casa con los hijos tele-estudiando al mismo tiempo.
¿Cuántos ordenadores, tabletas o teléfonos tiene cada familia? Al menos deberían disponer de uno por cada miembro familiar para trabajar a la vez y, además, no todos los hogares tienen una conexión a Internet que soporte el consumo de datos por parte de todos al mismo tiempo. Hay gobiernos, como el de la Generalitat Valenciana, que analizan qué estudiantes no disponen de dispositivo para conectarse a Internet y está prestando tabletas a las familias más necesitadas para que sus menores puedan continuar con los estudios.
A la hora de la docencia en línea, en la que un profesor da la lección por streaming mientras los alumnos le siguen en tiempo real, muchas de las conexiones fallan y no permiten que todos estén en las mismas conexiones, pues si falla la red no pueden seguir la explicación como el resto de compañeros. Para esto una solución es grabar las sesiones, de forma que se puedan descargar y verlas después.
Pensemos en países que no tienen buena conexión a Internet o familias que no disponen de dispositivo electrónico. Y el problema no es solo de hardware o de conexión; muchas familias necesitan un soporte técnico para poder entender qué tareas o deberes tienen que realizar sus hijos, no saben utilizar el software porque no conocen un mínimo de las herramientas que les conectan con los profesores o con el aula virtual.
Y por si esto fuera poco, el cumplimiento de la normativa respecto a cuestiones de privacidad y protección de datos no facilitan esta tarea, pues restringen las herramientas designadas para la formación online. Muchos maestros han decidido hacer una excepción y abrir grupos de WhatsApp con padres, o de Telegram con los alumnos. No es lo mismo alumnos que ya tienen su móvil que menores que no disponen de uno y todo pasa por los padres. Cada nivel ha tenido que ingeniárselas para estar en contacto con las familias. Y recordemos que hay padres que a la vez tienen que teletrabajar.
Plataformas de formación online
Dependiendo de cada entidad se están utilizando unas plataformas u otras. Algunas ya estaban instauradas y los docentes, familias y alumnos las conocían; pero la mayoría no habían utilizado esto más que para consultar algún enlace o explicación en un momento puntual. No es lo mismo entrar al blog del profesor para algo en concreto que acudir a un espacio virtual donde están todas las asignaturas, calendarios, foros, chats y repositorios de trabajos.
Y tampoco estábamos preparados para una avalancha de conexiones simultáneas, todos los docentes y alumnos entrando en el mismo horario a la misma plataforma; los recursos tecnológicos no estaban dimensionados. Ha habido que ajustarse a las necesidades dejando una o dos semanas de incertidumbre, de mala conexión y de estrés para toda la comunidad educativa, que no solo no estaba preparada para formar online, sino que cuando lo intentaba el sistema no funcionaba todo lo bien que debería funcionar.
En un momento inicial, cuando no funcionaban las plataformas por sobrecarga, los docentes investigaron e improvisaron con otros canales. Ha habido profesores que han usado el correo electrónico, grupos de WhatsApp, blogs o cada uno como mejor ha entendido.
El problema ha sido la descoordinación y la falta de un único sistema de comunicación, donde los alumnos no sabían si tenían que entregar la tarea por correo, por la plataforma cuando funcionara, por WhatsApp con una foto o esperar a una fecha concreta que les habían dado los docentes. Esto ha demostrado la utilidad de las plataformas online, la necesidad de tener un espacio de trabajo seguro donde los alumnos puedan encontrar de forma unificada su entorno de aprendizaje, a sus iguales y a sus profesores.
Organización docente, seguimiento del aprendizaje y evaluación
Otro de los hitos está siendo la organización docente. Muchas de las quejas por parte del alumnado y de las familias han sido que había demasiadas tareas, que los profesores se habían dedicado a mandar muchas lecturas, vídeos, ejercicios individuales o trabajos en grupo, mucho más de lo que habrían realizado en el aula. Y, lo peor, sin una organización o planificación para poder equilibrar la carga de trabajo.
El seguimiento del aprendizaje se ha interpretado como que hay que entregar en fecha y forma lo que se ha pedido, si están presentes en las clases virtuales, si han leído y resuelto las cuestiones del pdf o del libro o si realizan el examen a la hora en la que se les ha convocado sin copiar.
Ahora bien, una vez que se ha visto que no va a ser cuestión de dos semanas, sino que esto va a durar más tiempo, parece que se empieza a organizar todo, que se va asumiendo un cierto orden en la planificación del trabajo de los estudiantes.
En cada asignatura debería existir una planificación que se conozca a priori para realizar su proceso de aprendizaje a distancia sabiendo de antemano los recursos que debe leer, ver o consultar y en qué momento debe hacerlo; también tiene que conocer cuántas y qué actividades tiene que hacer, y para cuándo, así como el método de evaluación y de qué manera el profesor lo va a corregir y cuándo, y si tiene opción de volverlo a enviar mejorado o corregido.
Se proponen actuaciones que ayuden a garantizar una coherencia en las actividades de formación y evaluación de los alumnos. Para ello se plantea que los docentes se coordinen y sintonicen criterios, recursos, evaluación, así como la carga de trabajo.
Uno de los problemas que están teniendo los alumnos es la gran cantidad de información en todo el material proporcionado. Y sí, si hay poco se quejan, pero si hay mucho también. Lo que se aconseja es hacer una selección de lo que es imprescindible, y diferenciarlo de lo que es accesorio y para ampliar información. De esta forma. cada alumno puede elegir cuánto quiere profundizar.
También es importante llegar a consensos para la tutorización, ya sea grupal o individualizada, que garantice de alguna manera el seguimiento de los alumnos: a cada uno según sus necesidades.
Momentos de cambio que impulsan la creatividad
Muchos docentes aún no saben cómo evaluar sin hacer un examen presencial, o cómo realizar las prácticas. Todavía creen que va a ser imposible, pero no tienen más que fijarse en universidades que llevan años impartiendo clases online o a distancia.
Sí se puede, pero lleva un tiempo adaptarse, y quizás lo más importante sea no intentar hacer exactamente lo mismo que se estaba haciendo, sino adaptarse a las circunstancias. La creatividad por necesidad es una de las enseñanzas positivas de esta crisis.
Decíamos en aquél artículo de hace seis meses, refiriéndonos a los jóvenes, que “las competencias, el cambio, la creatividad y la innovación van a ser elementos fijos en su futuro, deben trabajarlo desde la infancia y, por supuesto, a lo largo de su vida académica”. Pues bien, con esta transformación digital a lo bruto, la picaresca de los alumnos se ha agudizado, están aprendiendo a toda velocidad a copiar mucho mejor de lo que ya lo hacían, a trabajar en equipo de forma colaborativa y a distancia, a buscar en Internet cómo hacer los trabajos o, mejor aún, a encontrar si el trabajo ya está hecho.
El cambio ha abierto las mentes. La necesidad estimula la creatividad, estamos adoptando muchas competencias digitales en cuestión de días.
Están apareciendo fórmulas de lo más creativas para evaluar a los alumnos teniendo en cuenta que ahora pueden copiar y que tienen a su disposición muchos más recursos, que pueden contar con su madre o su abuelo para sacar la mejor nota en el examen. ¿No es un momento precioso para el ingenio de unos y otros?
El nuevo docente digital
La labor del docente tiene que ser la de mentor, de guía para investigar y decidir los elementos necesarios, acompañando al alumnado en su interés y profundizando individualmente según sus necesidades, ayudando a generar criterio. Una tarea más activa que pasiva, también en lo digital.
Hay profesores que trabajan mucho más con la formación online, porque tienen que adaptar sus contenidos y su forma de enseñar a un nuevo modelo; pero también los hay que no piensan cambiar mucho, pues esto va a ser algo provisional, y no se dan cuenta de la gran oportunidad de adaptación que esta situación nos ofrece.
Como decíamos en el artículo anterior: “Cuando se fusiona lo online y lo físico en el entorno de aprendizaje, cuando el docente logra el equilibrio entre su yo del aula y su yo digital, cuando se hace accesible para los alumnos provocando el espacio ideal para la enseñanza sin importar si el espacio es físico o virtual, es cuando podemos decir que el docente ha mutado digitalmente”.
Lo que no pensábamos es que íbamos a tener que mutar en cuestión de semanas.
La versión original de este artículo ha sido publicada en revista TELOS, de Fundación Telefónica. Marga Cabrera es profesora titular en la Universidad Politécnica de Valencia, Universitat Politècnica de València.