Casi nadie duda ya de la importancia de adoptar las tecnologías digitales en la enseñanza. La mayoría de centros educativos en España tiene clara la necesidad de hacerlo, aunque hay menos consenso sobre el cómo y el cuándo, según las conclusiones de nuestro reciente informe Oportunidades y desafíos de la educación digital desde la perspectiva de los centros educativos, realizado en el marco de Educación Conectada, el proyecto de BBVA y Fundación Fad Juventud para contribuir a la transformación digital del sistema educativo.
La planificación es la clave
Los resultados del estudio muestran la gran importancia de contar con un plan digital de centro (PDC). Su presencia o ausencia marca –en algunos aspectos resulta determinante– la mejor o peor percepción y las mejores o peores adaptaciones a la cultura de la enseñanza digital. Algo más de 4 de cada 10 centros declaran contar con un plan digital en la actualidad y aproximadamente la misma cantidad afirman estar en proceso de elaborarlo. Solamente 1 de cada 10 ni cuenta con él ni espera hacerlo a corto plazo.
El plan para avanzar en la digitalización supone una gran ayuda para, entre otras cosas, poder mejorar los sistemas de evaluación, haciéndolos más ágiles y precisos. También para mejorar la relación entre toda la comunidad educativa mediante herramientas digitales que permiten una comunicación más fluida.
Es una estrategia que sirve para enriquecer los procesos de enseñanza y aprendizaje en las aulas gracias a la aplicación de recursos y métodos complementarios a los tradicionales.
Pese a la constatación de la necesidad crucial del plan digital de centro, todavía están sobre la mesa algunos debates sobre la transformación digital y las estrategias a seguir. Si bien la mayoría de centros tiene clara la necesidad y el camino a seguir, algunos todavía debaten sobre la importancia de tal transformación o se muestran más reticentes al empleo de sistemas de evaluación digital, la colaboración con otros centros o la implementación de enseñanzas adaptadas a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y otros aspectos que dificultan de manera muy sensible la transición digital.
Material suficiente, competencias insuficientes
Sin duda, la disponibilidad de equipamiento –en cantidad y calidad– resulta básica para poder desarrollar un buen proceso de transformación digital en los centros escolares. Y lo cierto es que no parece ser un problema en los centros españoles, al menos así lo declaran desde la dirección de los centros educativos. El uso de internet como elemento capital en la enseñanza, la mayoritaria disponibilidad de ordenadores para docentes y alumnado y de otros recursos técnicos están muy extendidos.
Entre los puntos débiles, el equipamiento destinado al alumnado obtiene peores valoraciones en comparación con el equipamiento para docentes o tareas administrativas.
Competencias digitales
Si bien el profesorado ha realizado un notable esfuerzo de adaptación y han mejorado mucho sus competencias digitales, todavía conviven profesionales más o menos adaptados al uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) con otros que necesitan de mayor y mejor formación.
Sería importante avanzar e impulsar una mayor motivación por parte del profesorado y ofrecer todos los medios y recursos posibles. No hay que perder de vista que la implicación del equipo docente es condición necesaria para avanzar en el proceso de transformación digital.
Por otro lado, en cuanto a las capacidades del alumnado, tampoco parece ser un punto débil, ya que los centros advierten que la formación en TIC recibida es de buena calidad y cubre aspectos fundamentales.
No se trata exclusivamente de que las nuevas tecnologías permitan aprender más y mejor, sino de encontrar la metodología y herramientas idóneas. Estas deben estimular a seguir avanzando en el proceso de aprendizaje en un entorno cada vez más digital y multicanal.
La personalización de la enseñanza y la comunicación con docentes, estudiantes y otros miembros del ecosistema educativo son dos factores vitales para ese proceso.
La coordinación, principal vector de cambio
Una figura que ha demostrado ser imprescindible para coordinar, gestionar, asesorar y colaborar en todo lo relacionado con la digitalización educativa es la de la persona responsable de las tecnologías digitales, denominada frecuentemente como coordinador o coordinadora TIC, responsable TIC, responsable de innovación educativa u otras denominaciones similares.
Los datos muestran que aun estando presente en la mayoría de los centros, su dedicación es escasa, al menos teniendo en cuenta las numerosas necesidades que implica la coordinación de la implementación de las tecnologías digitales en las aulas.
Además, seguramente porque se cuenta con escaso margen de tiempo, su labor parece más orientada hacia lo táctico, lo más inmediato y perentorio (resolución de problemas, apoyo inmediato a la docencia, etc.) más que a lo estratégico (impulso de la transición digital).
Hay que seguir adelante
Pese a que la transformación digital de la educación en España lleva años en proceso, se ha avanzado a paso lento, aunque la crisis ocasionada por la pandemia ha supuesto un antes y un después en lo que a digitalización educativa respecta.
La repentina y forzosa adaptación a las tecnologías digitales en los centros escolares nos ha permitido ver las carencias existentes en equipamiento y competencias digitales, las necesidades al respecto o las complicaciones que implica esta transición. También ha evidenciado la mayoritaria implicación en este proceso transformador entre la comunidad educativa, así como la necesidad de llevarlo a cabo.
En definitiva, hay que continuar el camino de la digitalización con compromiso y paso firme, un viaje sin retorno. No hay que perder de vista la importancia de disponer de equipamiento y recursos, pero siempre con la planificación y las competencias digitales como guía, sin olvidarse de someter cada paso a reflexión y pensamiento crítico.
Alejandro Gómez Miguel es técnico de investigación en el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.