El emprendimiento digital puede definirse como la acción humana que genera valor económico a través del uso y explotación de tecnologías digitales en relación con nuevos productos, procesos y mercados.
Hay dos formas de desarrollar el emprendimiento digital: crear nuevos productos o servicios tecnológicos (emprendimiento digital en el ámbito propio de las Tecnologías de la Información y la Comunicación), o hacer un uso instrumental de las tecnologías digitales (emprendimiento digital fuera del sector de las TIC, pero usándolas como herramientas en nuestra iniciativa innovadora).
Lo que está claro es que en el año 2022 no es posible ser emprendedor sin tecnologías digitales, por lo que podríamos afirmar que todo el emprendimiento realmente es emprendimiento digital.
Pero ¿están nuestros estudiantes formados para ser emprendedores digitales? A pesar de los esfuerzos legislativos o normativos, la realidad se aleja de lo que sería deseable. Por ejemplo, en España y Europa la población es menos emprendedora que en otros contextos geográficos.
Percepción y realidad
Los estudiantes universitarios españoles y europeos tienen una percepción aceptable de su competencia de emprendimiento digital según la información recogida en 2021 en el proyecto EmDigital, aunque aparecen algunas diferencias según las ramas de conocimiento. No se aprecian en nuestro estudio, sin embargo, diferencias especialmente significativas en cuanto a sexo.
Pero todos los datos globales de carácter internacional (véase también esta información sobre Latinoamérica o estos datos sobre países en vías de desarrollo), nos conducen a señalar que es necesario promover la formación en emprendimiento digital. La formación en competencias de emprendimiento digital sigue siendo una lección pendiente de nuestros sistemas educativos y de nuestras sociedades.
Competencias duras o blandas
La palabra competencia, en el ámbito de la formación, se refiere a la capacidad para articular un determinado conocimiento en el momento en que lo necesitamos para resolver un problema real. Un niño puede aprender a sumar y restar en su cuaderno, pero, si no sabe sabe aplicar ese conocimiento cuando compra en una tienda, no es competente en cálculo matemático. Este enfoque por competencias busca formar al estudiante para aplicar conocimientos en la vida real.
Es importante, en este sentido, diferenciar las competencias duras de las blandas. Son duras las competencias que aparecen directamente vinculadas a un ámbito disciplinar (los conocimientos propios de la formación reglada) y son blandas aquellas competencias personales de tipo transversal que nos ayudan a construirnos como personas (comunicación, liderazgo, trabajo en grupo, creatividad…). Estas últimas son muy apreciadas en el mercado laboral y desde luego muy valiosas en nuestro mundo de relaciones personales y profesionales.
Formación para el emprendimiento digital
Entre las competencias –blandas y transversales– que en los últimos años están suscitando el interés educativo, encontramos la competencia en emprendimiento y la competencia digital.
El emprendimiento es considerado uno de los objetivos prioritarios para el desarrollo social, cultural y económico. La Unión Europea ha incluido el desarrollo de la competencia emprendedora como uno de los elementos fundamentales para afrontar los cambios económicos y socioculturales del presente y del futuro.
Y en este mismo sentido se considera básica la competencia digital, que nos prepara para utilizar las tecnologías en todos los ámbitos de nuestra vida, pues las tecnologías digitales conforman uno de los elementos clave de la sociedad del siglo XXI.
Del mismo modo, la UNESCO alude al emprendimiento y las tecnologías digitales en su modelo de “Educación para la Ciudadanía Mundial”. Asimismo la OCDE considera prioritario el emprendimiento digital e incluso facilita recomendaciones y materiales para la formación.
En España, entre las competencias básicas de la ley de educación actual, se señalan igualmente la competencia digital y el emprendimiento. Se puede comprobar en el texto que son varios los apartados en los que se indica la necesidad de desarrollar el espíritu emprendedor, así como promover las capacidades para hacer uso de las tecnologías digitales. El modelo español se sustenta en el marco europeo y más concretamente en los modelos europeos EntreComp y DigComp.
Oportunidades, planificación y gestión
En el nivel universitario, estas competencias son necesarias en cualquier ámbito. La Universidad de la Murcia puede servirnos como ejemplo, por las actividades que organiza la Oficina de Emprendimiento (UmuEmprende). Además, el Centro de Orientación e Información Educativa (COIE) dispone de un aula de emprendimiento. En cuanto a formación en competencias digitales, se trabaja esta dimensión desde diferentes cursos y actividades, pues es una competencia transversal de todas nuestras titulaciones.
Para formar específicamente en emprendimiento digital proponemos usar como base el modelo EmDigital, que trabaja cuatro grandes áreas (identificación de oportunidades; planificación de la acción; implementación y colaboración; y gestión y seguridad) y 15 dimensiones de la competencia de emprendimiento digital.
Y nada más inspirador para los estudiantes que las buenas prácticas y los modelos de éxito. Hay muchos ejemplos de emprendedores digitales que pueden servir de estímulo a las futuras generaciones de profesionales, también de mujeres.
Innovación y estrategias
Hemos de promover una mentalidad emprendedora y formar en competencias digitales que contribuirán al desarrollo de los proyectos innovadores. Hemos de construir entre todos una cultura que ponga en valor el emprendimiento digital.
Y para ello, hemos de ser también innovadores en cuanto a nuestras formas de enseñar: métodos activos, aprendizaje por proyectos, aprendizaje–servicio, análisis de casos, estrategias de solución de problemas…
Todo un amplísimo abanico de metodologías docentes al servicio de la formación de los futuros profesionales y los futuros emprendedores en la sociedad digital.
La autora es catedrática de Tecnología Educativa en la Universidad de Murcia. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.