Mientras escribimos este artículo, solo en los hospitales de Madrid hay entre 30 y 45 adolescentes atendidos en las urgencias pediátricas, esperando ser ingresados en una Unidad de Hospitalización para adolescentes por problemas mentales. Las demandas de ingreso psiquiátrico para este grupo se han incrementado de forma exponencial tras la primera ola de la pandemia. Es cierto que no era previsible casi nada de lo que nos está pasando, pero también que hay muchos estudios que muestran las devastadoras consecuencias de la pandemia en los adolescentes. Esos resultados requieren una sosegada reflexión y adoptar una serie de medidas para no lastrar más el futuro de los jóvenes.
¿Qué repercusiones tiene la pandemia sobre la salud mental de los adolescentes?
La principal medida para evitar el contagio de la covid-19 en todo el mundo ha sido el aislamiento y el distanciamiento social. De ahí que, desde marzo de 2020, se cerrasen escuelas, institutos y centros deportivos en muchos países, que posteriormente se abrieron tras el verano. Estas circunstancias han afectado a toda la población, pero parece que son los niños y los adolescentes (junto a los ancianos), los más vulnerables. De ahí la importante prevalencia de síntomas psicológicos (estrés, ansiedad, tristeza, adicciones) y de trastornos mentales entre la juventud.
En comparación con los adultos, las consecuencias adversas de la pandemia en la salud mental de los adolescentes pueden ser más prolongadas e intensas. Su impacto depende de varios factores: edad, situación educativa, existencia de discapacidades, antecedentes de trastornos mentales, bajo nivel social, enfermedades de los padres –incluida la covid-19– y grado de estructuración familiar.
Las manifestaciones psicológicas más frecuentes en los adolescentes que están acudiendo a las urgencias son las tentativas de suicidio, los problemas de la conducta alimentaria y cuadros depresivos con predominio de irritabilidad e incapacidad para disfrutar de las cosas con las que antes disfrutaban.
Causas que subyacen a esta crisis en los adolescentes
Las principales causas de esta crisis se deben a que la familia, la escuela y los amigos han perdido el efecto tampón que facilitaba el manejo emocional de los jóvenes (ver figura).
La pérdida de las costumbres y rutinas familiares, la ausencia del entorno estructurado de la escuela, el aburrimiento, las dificultades para participar en actividades deportivas y para salir con los amigos se encuentran entre las causas relacionadas con los problemas psicológicos detectados.
Los prolongados meses de pandemia han generado, en muchos de ellos, gran incertidumbre sobre su futuro académico y laboral, y se han volcado en actividades compulsivas vinculadas a internet, con el consiguiente aislamiento de relaciones sociales positivas y una mayor exposición al acoso y al abuso.
La figura adjunta esquematiza estas asociaciones. Como puede observarse, diferentes factores han modificado las rutinas familiares, escolares y de ocio, haciéndolas más aburridas o suprimiéndolas, lo que se asocia a una gran incertidumbre del futuro.
Las estrategias desadaptativas más frecuentemente utilizadas son las centradas en el uso compulsivo de internet y redes sociales, en las conductas adictivas y el aislamiento. De prolongarse estos comportamientos, como lamentablemente está ocurriendo, se favorece el desarrollo de trastornos depresivos, tentativas de suicidio, trastornos de la conducta alimentaria y adicciones.
Recomendaciones para el presente y para el futuro
Los trabajos publicados nos deben hacer reflexionar a todos en torno a las siguientes recomendaciones.
- Los padres somos el modelo de conducta que nuestros hijos aprenden. Por lo tanto, es en el hogar donde deben aprenderse las habilidades para afrontar las decepciones, las dificultades en el control emocional y para la resolución de problemas. La incertidumbre de los exámenes y el futuro laboral de los jóvenes deben encontrar propuestas alternativas en la familia, alejadas de la decepción.
- Es conveniente que los padres incluyan a los adolescentes en la toma de decisiones y se debe hablar claramente de la pandemia, procurando evitar términos peyorativos hacia la juventud. Este puede ser un buen momento para delegar algunas responsabilidades (cocina, limpieza, compras) familiares en los jóvenes, de forma que se sientan responsables del mantenimiento de la familia.
- Se debe evitar el uso excesivo de internet. En concreto, la búsqueda de noticias relacionadas con la pandemia, ya que es una fuente de ansiedad. El uso abusivo y compulsivo de las redes sociales es una conocida fuente de baja autoestima.
- Las actividades creativas, como la música, la pintura, el baile y la escritura pueden servir para contrarrestar determinadas conductas de riesgo que suelen observarse cada fin de semana en nuestras ciudades.
- Las relaciones con los amigos son fundamentales para los jóvenes. De ahí que se deba favorecer el mantenimiento de las relaciones de apoyo con sus amigos.
- Desde las escuelas, los profesores deben incidir en las medidas de protección y de responsabilidad para evitar la transmisión del virus y estar atentos a determinadas conductas que pueden esconder problemas psicológicos. Se debe aumentar la interacción en las clases y facilitar información para manejar, también en los institutos, la ansiedad o el estrés. Los profesores pueden detectar problemas que en ocasiones pasan inadvertidos para los padres y facilitar la consulta a los profesionales de la salud mental.
- Los pediatras y los médicos de familia están acostumbrados a reconocer las manifestaciones físicas de los problemas emocionales (dolores, autolesiones), por lo que se convierten en la puerta de entrada de diferentes malestares. Esto les capacita para poder informar y educar a los padres y para la derivación a los profesionales de la salud mental.
- Los profesionales de la salud mental infanto-juvenil tienen un papel determinante en el manejo de esta crisis y deberían compaginar las intervenciones presenciales con las realizadas online. Se requiere de ellos un esfuerzo en la coordinación con familias, profesores y voluntariado que sirva de red de apoyo a los adolescentes. Los ingresos psiquiátricos deberían ser la última opción, ya que representa el fracaso del apoyo comunitario, y de ser necesario, se debe intentar disminuir el estrés y el estigma asociado a la hospitalización psiquiátrica. Los equipos de salud mental tienen una importante labor formativa de los pediatras, médicos de familia y profesores en la detección de los trastornos mentales de los jóvenes.
- Los psicólogos clínicos deben diseñar y poner en práctica intervenciones conductuales de corta duración para el manejo de trastornos mentales frecuentes, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, el abuso de sustancias o los problemas de juego, centrándose en técnicas psicoeducativas donde se incluyan a los padres.
- Los psiquiatras deben ser más prudentes, si cabe, a la hora de elegir estrategias farmacológicas frente a las psicoterapéuticas. Es imprescindible que los profesionales de la salud mental organicen estudios longitudinales para evaluar las consecuencias de la pandemia.
Plan de Salud Mental
Finalmente, el Ministerio de Sanidad debería considerar la puesta en marcha de un Plan de Salud Mental que sirva para prevenir las consecuencias psiquiátricas de la pandemia en los jóvenes, aunque mucho nos tememos que nos pille con el paso cambiado. Esta vez no podremos decir que no sabíamos lo que iba a pasar, porque ya está pasando.
Gabriel Rubio Valladolid, Catedrático de Psiquiatría, Universidad Complutense de Madrid and Francisco López-Muñoz, Profesor Titular de Farmacología y Vicerrector de Investigación y Ciencia de la Universidad Camilo José Cela, Universidad Camilo José Cela
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original aquí.