Hasta hace pocos años se pensaba que ver series, leer novelas o disfrutar de cualquier otra forma de ficción narrativa sólo servía para entretenerse. Se creía que la ficción y la realidad que vivimos cada día eran como el agua y el aceite: no se podían mezclar ni podían influirse mutuamente.

Sin embargo, hoy las cosas han cambiado y mucho. La ciencia ha conocido en las últimas décadas una verdadera revolución y se ha producido el denominado narrative turn.

El pensamiento narrativo

Este giro narrativo ha llevado a numerosas ciencias sociales y humanas a certificar la existencia del pensamiento narrativo. Hemos descubierto que la ficción puede influir sobre nuestra mente y contribuir a dar forma a nuestra realidad mental y sugerirse en nuestra vida cotidiana.

Hasta hace poco se creía que sólo teníamos un modo de pensamiento (racional y lógico-matemático). Ahora sabemos que este segundo modo (narrativo) es muy importante. Gracias a él construimos nuestra identidad personal y entendemos y actuamos en el mundo social y cultural que nos rodea.

El pensamiento narrativo no está en nuestros genes. Se construye, mejor o peor, a lo largo de nuestra vida y, sobre todo, durante la infancia, según lo utilicemos y cómo lo pongamos en funcionamiento. Una de las formas de alimentarlo y darle forma es a través de los cuentos, las novelas, el cine y otras formas de ficción narrativa con las que interactuamos durante nuestras vidas.

El disfrute final

Las investigaciones han demostrado, por ejemplo, que interactuar con una serie infantil de animación a una edad inapropiada puede desestructurar el pensamiento narrativo. Por el contrario, una serie bien adaptada al nivel de desarrollo del niño puede ayudarle a construirlo mejor.

Esta capacidad de los relatos para contribuir a nuestra experiencia de ocio y al modelado de nuestro pensamiento hace que sea muy importante seguir indagando acerca de qué son las historias, cómo están estructuradas, qué hacemos con ellas y cómo nos afectan. Es también importante saber qué tiene la buena literatura o el buen cine para que podamos considerarlas obras de arte que inducen experiencias estéticas, producen placer y entretenimiento y, además, contribuyen a formar la mente.

Hasta ahora la ciencia ha investigado sobre todo lo que ocurre al final de la exposición a una ficción, es decir, ha analizado el grado de disfrute final. Se pensaba que uno de los motores del entretenimiento era el suspense y, en menor medida, la sorpresa. Esta concepción dominante tenía repercusiones fuera del ámbito de la ficción narrativa. Por ejemplo, en educación, particularmente desde la perspectiva del eduentretenimiento, se pensaba que para motivar al alumno había que situarle en un proceso de inmersión por el suspense, llevándole a través de la intriga hacia un resultado final.

Múltiples dimensiones

Sin embargo, nuestra investigación reciente sugiere una nueva perspectiva acerca de lo que sabíamos hasta ahora, dando como resultado la elaboración de la denominada teoría de la tensión narrativa multidimensional de disfrute.

Una de las novedades de esta investigación ha consistido en indagar la experiencia afectiva y mental del espectador durante su exposición a una serie de tres cortometrajes de ficción y un cuarto de tipo real-informativo. Estas piezas fueron diseñadas, producidas, realizadas y editadas por nosotros (Jesús Bermejo, Jaime López y Miguel Ángel Gil) en el Laboratorio Lipsimedia de la Universidad de Valladolid.

Los resultados, testados con varios grupos de participantes, muestran que, durante el visionado, se produce en el espectador un fenómeno de tensión narrativa. Este se caracteriza por la aparición de pensamientos y emociones que le llevan a interactuar con el relato y por tanto a poner en relación su propio mundo personal con el mundo representado en el cortometraje al que asiste como espectador.

La tensión narrativa hace que el espectador, a partir de los desequilibrios que experimenta durante su exposición al relato, elabore anticipaciones, retrospecciones, comparaciones con su vida real, etc., y sienta diferentes emociones a lo largo de ese vivo y dinámico proceso. Esta es una grieta por la que entran en contacto e interactúan el mundo del relato y el mundo personal del espectador (lo que conoce y recuerda, lo que desea…). La intensidad de ese intercambio no sólo influye sobre la construcción de nuestro pensamiento narrativo sino que determina el grado de disfrute que experimentamos durante la exposición al relato.

Un segundo rasgo de esta teoría del disfrute narrativo tiene que ver con las emociones que aparecen durante el visionado. Hasta ahora se creía que una determinada emoción predominaba en cada relato (particularmente el suspense). Sin embargo, los resultados que apoyan esta teoría muestran que, durante el disfrute del relato, el espectador activa no una sino una configuración de emociones. La respuesta de disfrute del espectador es multidimensional.

Además, estas investigaciones han descubierto que la curiosidad tiene un papel destacado en la organización de esa configuración de emociones. Hasta ahora se creía que tenía un papel secundario. Sin embargo, esta teoría plantea que actúa como organizador del resto de las emociones.

La curiosidad actúa como eje educativo

De esta teoría se derivan algunas consecuencias teóricas sobre lo que son los relatos y la manera en que interactuamos con ellos. Tiene también otras consecuencias aplicadas.

Por ejemplo, en el mundo de la educación, dentro y fuera de la escuela (en cursos formativos y organizacionales), plantea que el proceso formativo, tanto en eduentretenimiento como en ludificación narrativa, no debería estar regido por la implementación de intrigas y suspense con objeto de motivar al alumno. En lugar de eso, debería dirigir su interés hacia la actividad suscitando la curiosidad por ella y, desde ahí, organizar otras emociones que acompañen el proceso.

Este modus operandi hace que la metodología en este tipo de contextos educativos y formativos también cambie, dando protagonismo a la adecuada articulación de la tensión narrativa durante el disfrute.


Jesús Bermejo-Berros es catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad en la Universidad de Valladolid y Director del Laboratorio LipsiMedia Ad-Lab, también en la Universidad de Valladolid. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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