Según el informe de UNICEF, Violencia contra niños, niñas y adolescentes en América Latina y el Caribe 2015-2021, entre el 50% y el 70% de estudiantes de la región, han sido víctimas de acoso escolar. Las alarmas se han encendido, pues la violencia incluye golpes, lesiones con objetos, palabras soeces e incluso abuso sexual principalmente en países como Colombia, Perú, Paraguay y México.

Este fenómeno es un reflejo de varios factores: la desigualdad social, la violencia intrafamiliar, la homofobia, e incluso la pandemia. La ONG Bullying Sin Fronteras, muestra en su mapa mundial realizado entre enero del 2021 y febrero 2022, que seis de cada diez niños sufren de algún tipo de acoso y/o ciberacoso todos los días.

Antonio Marín Manrique, experto de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), indica que lo primero que se debe tener en cuenta frente a esta problemática, es que cada institución educativa tenga establecido un protocolo de acción rápida cuándo se detecte un caso de acoso escolar. “En cuanto a las medidas, podemos citar las preventivas, que básicamente engloba trabajar con toda la comunidad educativa, con actividades de concienciación y prevención. Incluyendo al equipo docente, alumnado, familiares y personal auxiliar. De otro lado, es importante también trabajar con los agresores ya que la intervención no será completa si no se interviene con ellos y ser conscientes que no todos los agresores comparten el mismo perfil y la motivación para ser victimarios”.

El experto de VIU adicional nos presenta los seis tipos de acoso que se pueden presentar en las diferentes instituciones: 

  1. Físico: requiere de contacto físico entre agresores y víctimas, se puede ver en forma de zarandeos, empujones, palizas de uno o varios agresores.
  1. Verbal: en este caso el objetivo del victimario es infringir daño psicológico en la víctima. Para ello se recurre a bromas pesadas o denigrantes, insultos, motes, verter rumores de cualquier tipo, burlas.
  1. Psicológico: se da de forma más sutil, más encubierta, lo que en ocasiones dificulta la identificación. Se manifiesta en forma de manipulaciones, chantajes, intimidación o seguimientos.
  1. Social: el victimario trata de excluir o aislar a la víctima del resto de sus iguales para ello puede usar distintas estrategias como no incluirlo en actividades, excluirlos de grupos de mensajería instantánea, o directamente ignorar a la víctima.
  1. Sexual: se fundamenta en verbalizaciones o actos de tipo sexual que pueden ir desde referencias vejatorias a la intimidad de la víctima, rumores específicos de índole sexual o actividades como difundir imágenes de la persona desnuda o en el que haya contenido sexual siempre obviamente sin permiso de esta.
  1. Cibernético: se produce a través de las nuevas tecnologías, gracias a la facilidad actual del acceso a internet a través de tabletas, ordenadores, celulares y con ello vierten estos contenidos en redes sociales, chats.

Es conveniente señalar que tras la identificación por parte de las instituciones será fundamental que se sigan recomendaciones como: Trabajar con toda la comunidad educativa en la prevención y  detección, estilos docentes democráticos donde el alumnado se sienta actor activo de su centro escolar y participe en muchas de las decisiones que se toman, tareas en el aula que contemplen el trabajo en equipo, bien sea cooperativo o colaborativo asociado a metodologías innovadoras, donde no se den liderazgos competitivos y todo el alumnado participe, mayor inclusión de las familias en los colegios y no usar el castigo como primera opción ante un caso. Los estudios muestran que el castigo es contraproducente ante este tipo de violencia.

Desde la VIU, siguen estás recomendaciones y forman a sus docentes y futuros docentes para que ante estos casos sepan actuar correctamente. Incluso desde este tipo de instituciones han creado un Máster Universitario en Acoso Escolar y Mediación.

A N U N C I O